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La mandíbula está formada por dos huesos (superior e inferior) en los que están incrustados los dientes.
Como la mandíbula es necesaria para que los dientes realicen su trabajo, los problemas en ella traducen un enfado reprimido que impide que la persona que lo sufre se exprese adecuadamente.
El dolor en la mandíbula nos habla acerca de una desvalorización vinculada con la palabra, con la capacidad para expresarnos.
“Hay cosas que me resultan insoportables de decir porque son demasiado fuertes”,
“No he podido expresarme como a mí me hubiera gustado hacerlo; tendría que haber abierto la boca cuando me callé”,
“Me reprocho no haber utilizado la expresión justa para protegerme (lado izquierdo), para exteriorizar mis sentimientos (lado derecho)”.
“Me siento desvalorizado porque no me tienen en cuenta cuando hablo, porque no me siento escuchado cuando es importante expresarme”.
Tengo la sensación de que se ríen de mí y que no me tienen en cuenta.
Del mismo modo también puede ser que me sienta sometido por la autoridad y crea que no soy capaz de expresarme.
Asimismo, el dolor puede ser la consecuencia de haber tenido que dar la cara por alguien en forma de palabra o haberse visto obligado a defender o transmitir una orden, un mensaje a una persona.
Como las mandíbulas nos ayudan a morder y a masticar, un problema en ellas nos indica que la persona se impide morder bien la vida o a alguien o, quizás, darle un buen mordisco a lo que desea.
De alguna manera, inconscientemente, no nos concedemos permiso para expresar nuestra propia agresividad.
Asimismo, nos habla de nuestra incapacidad para “atrapar el bocado”, o por no tener la capacidad de “retenerlo”, una vez que lo he atrapado.
“Quería comer algo (real o simbólico) y no pude hacerlo”.
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