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Estructura MASOQUISTA miedo a la autoridad y a la humillación:
CREACIÓN DEL EGO:
Se puede considerar que una persona tiene estructura de carácter masoquista cuando contiene muchos rasgos típicos del espacio comprendido entre los dieciocho meses y los cuatro años.
A este periodo se le conoce como etapa anal, que corresponde con el periodo de aprendizaje del control de los esfínteres y de la alimentación.
Hasta este momento, el bebé había centrado toda su atención en la función oral de su cuerpo, a partir de ahora, todas sus sensaciones estarán relacionadas con la región anal y el aparato uretral.
El niño empezará a sentir placer en la retención y expulsión de las heces y de la orina.
Estructura masoquista, miedo a la autoridad y a la humillación: el conflicto se puede plantear entre las demandas de satisfacción del niño y las normas sociales representadas por los padres, que puede desembocar en un conflicto de autoridad/rebeldía.
EXPERIENCIAS DESPUÉS DE NACER QUE ALIMENTAN A LA ESTRUCTURA MASOQUISTA
Todavía existen en muchos hospitales o centros de maternidad determinadas formas de actuar, como, por ejemplo, el uso de los fórceps, el corte prematuro del cordón umbilical y otros métodos que se emplean después de haber nacido, que pueden hacer emerger antiguas memorias de violencia, dolor, sometimiento e impotencia en el individuo masoquista.
Y aunque hay etapas más adelante, como su paso por el colegio, donde se debe enfrentar a la autoridad del profesor o su paso por la adolescencia, en la que se despierta fuertemente su deseo de independencia y, por lo tanto, pueden hacer aflorar memorias de abusos de poder en el masoquista.
Estructura masoquista, miedo a la autoridad y a la humillación: podríamos decir que la etapa crucial en la que se construye esta estructura es en la etapa anal del niño, alrededor de los dos años.
Aunque, en realidad, no adquiere su forma definitiva hasta más tarde, cuando el niño cede a la resistencia, después de pasar por un periodo de luchas, rabietas y rebelión, lo cual suele ocurrir sobre la pubertad.
Es esta, pues, una etapa de maduración en la que se produce un paso muy importante desde la fase oral.
Y es en esta época en la que, a través de la percepción y de la satisfacción de sus necesidades, el niño va descubriendo sensaciones, emociones y relaciones muy importantes.
Así como el inicio de la formación en su conciencia social y va experimentando su autonomía y su poder como individuo, se va configurando el yo y el negativismo (época del no) es la afirmación de sí mismo.
Comienza a diferenciar entre el yo y el no yo, adquiere consciencia de las diferencias entre sus acciones y las de los demás.
También empieza a darse cuenta de lo suyo y lo de los otros, de sus necesidades y de sus posibilidades, de lo que quiere y lo que no quiere.
Una vez descubierto su yo, necesita reafirmarlo protegiendo su autonomía y negando las imposiciones; en la medida que se opone a los demás, se reafirma a sí mismo.
El siguiente momento clave de la etapa anal estaría señalado por la adquisición del control voluntario sobre su sistema muscular, tanto de sus esfínteres como sobre el resto del cuerpo.
Empezará a aprender, bajo la presión del ambiente, a controlar los esfínteres.
La zona anal y los productos de la evacuación pasan ahora a adquirir un gran interés para el niño y la suciedad y el desorden le proporcionan un enorme placer.
Por otra parte, ha empezado a desarrollar la capacidad de entender a sus padres y a comunicar sus experiencias y poder confrontarlas.
Se empieza a dar cuenta de que sus necesidades no siempre coinciden con lo que los otros desean o quieren imponerle y empieza a comprender el poder de una palabra que ha estado escuchando con bastante frecuencia: NO.
El «no» supone una completa distinción entre el niño y los demás, porque decir «no» significa capacidad para oponerse a las órdenes y a los deseos de los otros y afirmación en sí mismo.
Estructura masoquista, miedo a la autoridad y a la humillación: «Yo soy yo y tú eres tú, tengo mi propia esencia, no formo parte de ti, tengo mis propias necesidades y no tengo por qué complacer las tuyas. Respétame».
Va a tomar consciencia de lo que se encuentra en el interior y el exterior (soltar-retener), adquiriendo al mismo tiempo la posibilidad de dar o guardar, de ceder ante la demanda del entorno o de oponerse a ella.
Si la madre o los cuidadores son sensibles a las necesidades del niño, podrán mediar hábilmente entre las exigencias higiénicas y las tendencias opuestas del niño, y el control de esfínteres progresará sin trastornos.
En esto consiste un proceso evolutivo sano: en el permitir y favorecer que todos los sistemas del organismo maduren de forma progresiva según la demanda específica de su propia naturaleza.
Así se asientan las bases para que una persona se pueda desarrollar como individuo autónomo e independiente, diferente a los demás y con capacidad para conocer sus necesidades y procurarse su propio bienestar.
Si, por el contrario, como ocurre en el carácter masoquista, se impone el control de manera severa y sin concesiones, ello dará origen al comienzo de una batalla en la que el niño está tan determinado a defender su derecho a evacuar cuando lo desee, como la madre a controlarlo.
VIVENCIAS DE OTRAS VIDAS QUE TRAE EN SU MEMORIA:
Cuando encarna de nuevo en este mundo, trae en su memoria recuerdos de haber pasado por experiencias fuertes de abuso de poder, en las que se ha podido sentir humillado, sometido, individual o colectivamente, a algún tipo de poder, sin haber podido protegerse o defenderse.
Es posible que haya vivido privado de libertad o haberse sentido pisoteado por el poder de algún régimen tiránico de carácter político o religioso.
O haber vivido en un convento con normas estrictas o quizás, podría haber experimentado alguna forma de esclavitud, explotación, violencia física o abuso sexual, etc.
Cualquiera de estas situaciones implica haber vivido bajo un control estricto y un sometimiento a las normas por parte de la autoridad, una falta de libertad individual, acompañado de un sentimiento de impotencia.
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