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Estructura desconfiada miedo a la traición: así como en la fase oral, el origen de la búsqueda de placer estaba centrado en la boca, en el chupeteo de todo lo que encontraba; en este periodo comprendido entre los 2 y los 4 años, aproximadamente, al que se le denomina la fase fálica, la zona erógena y de placer se encuentra en los genitales.
El niño empieza a tocarse, acariciarse y a percibir esta parte de su cuerpo como algo novedoso y lo va identificando como propio a través de la experiencia de placer que su manipulación le produce.
En esta fase siente mucha necesidad de explorar su cuerpo, al igual que el cuerpo de los demás.
Se muestra muy interesado por las diferencias anatómicas entre papá y mamá, entre niños y niñas.
Aprovecha cualquier oportunidad para satisfacer su curiosidad observando los genitales de papá cuando va al baño y los senos de mamá cuando la ve desnuda, así también se muestra muy atento por su diferente manera de vestir, de hablar, de ser, etc.
En esta etapa su sistema muscular está bien desarrollado y ello le permite caminar o manejar los objetos con mayor confianza y seguridad.
Del mismo modo, comienza a atreverse a salir, alejarse y separarse de sus padres de manera intencionada; aunque, inconscientemente, necesita estar seguro de que su padre o su madre siempre van a estar ahí, a su lado, vigilándole, protegiéndole, acogiéndole y aplaudiendo sus logros.
Sería muy desacertado por parte de ellos caer en el error de desaprobarle, reñirle o descalificarle en cualquier acción encaminada a desarrollar su capacidad de independencia.
Estructura desconfiada miedo a la traición: se despierta en él la curiosidad por todo lo que le rodea, se muestra muy interesado por investigar, explorar y saberlo todo.
Empieza a poner su atención más allá del entorno familiar, en el juego con otros niños, en el colegio, es decir, comienza a aproximarse a los demás.
Es entonces cuando la función madre cede, poco a poco, el protagonismo a la función padre que desempeña la tarea «dar permiso».
Mientras la función madre está relacionada con la protección y apoyo en su desarrollo cuando sea necesario, permitiéndole sus posibles errores o travesuras, aunque estando siempre atento para hacerle ver sus límites reales.
Es en esta etapa también cuando el complejo de Edipo comienza a desarrollarse. Es decir, cuando el niño se enamora del progenitor de sexo opuesto o de la persona que cumple con este rol.
Como sabemos la fusión madre-hijo es total desde la concepción y hasta los 3 años en los tres niveles: físico, emocional y energético.
Estructura desconfiada miedo a la traición: hasta esta edad, como es normal, el niño ha requerido toda la atención por parte de su madre.
Pero una vez llegada la fase edípica, si la mamá sigue volcándose por completo a su hijo hasta el punto de apartarse de muchos aspectos de su vida cotidiana e, incluso, hasta el extremo de abandonarse a sí misma en pos del hijo, este creerá que su mamá es exclusiva para él e intentará apartar a todo el mundo de su lado.
Incluido al padre, que tan necesario será su aporte en esta nueva etapa de su vida, en la que desarrollará recursos y alianzas que tendrán después una gran repercusión de cara a las futuras relaciones sociales.
El niño ha de comprender y sentir que el padre ha sido y es esencial en su vida.
Que él ha nacido de la unión de las semillas del padre y de la madre, cosa que le impactará bastante y le conducirá a mostrar mayor interés en el progenitor de sexo opuesto.
La tarea de la mamá debe estar basada en hacerle ver que el padre es tan importante como ella misma, será fundamental para su propio desarrollo.
Esta sutil separación de la madre y reconocimiento del padre le permitirá la búsqueda de su lugar de poder entre el padre y la madre, así como en las relaciones con los hermanos y demás miembros de la familia y sentará las bases para la proyección social del niño.
De esta manera, la personalidad desconfiada se constituye durante el complejo de Edipo, justo en el momento en que el niño comienza a alejarse de la influencia materna sin haber alcanzado aún la conexión con el padre.
Justo en el instante en que siente la necesidad de ser independiente como ser social arraigado a su propia identidad.
Es en dicho momento cuando se encuentra atrapado en el centro de la seducción edípica.
Para que un niño pueda construirse interiormente, necesita ser reconocido tal como es y recibir el amor, la aprobación y el apoyo de sus padres incondicionalmente.
Pero si esto no ocurre de manera natural, si el niño no recibe este contacto afectivo y tierno en la intimidad porque los padres tienen algún tipo de interés en el niño, este deberá ganárselo complaciendo, representando un papel; en definitiva, siendo distinto de cómo es.
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Imagen: Manos que curan